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Juan de la Cruz Kairuz, de marcar a Pelé a "marcar" obreros del Ingenio Ledesma
A los 20 años anuló a "O Réi" Pelé en un partido ante el mítico Santos. Tras brillar en Atlanta y Newell`s, protegido por el empresario Carlos Blaquier, Kairuz fue DT de Atlético Ledesma de Jujuy. Con el golpe, el hombre de fútbol dejó paso al represor: participó en la desaparición de 30 obreros del ingenio azucarero. Hoy enfrenta un juicio por delitos de lesa humanidad.
Política 02 de julio de 2022 télamEs casi una burla del destino que su día de gloria en el fútbol ocurriera durante una derrota (por 2 a 0) del equipo que integraba.
Fue el 13 de enero de 1966, cuando un combinado de la Federación Tucumana jugó como local un amistoso nada menos que con el Santos de Pelé. Y él, Juan de la Cruz Kairuz, de 20 años, hasta entonces un ignoto defensor, descolló por marcar sin tregua a “O Rei”, al punto de anularlo. El tipo parecía iluminado. En las tribunas rugía su apellido cada vez que “cortaba” un avance del jugador más habilidoso del planeta, mientras los comentaristas se atragantaban con elogios hacia él.
En el palco del estadio, el aún joven Carlos Pedro Blaquier lo aplaudía a rabiar. Ese sujeto noviaba con Nelly Arrieta Wolmann, hija de Emilio Arrieta, nada menos que el principal accionista del Ingenio Ledesma, el más próspero de Jujuy. Y sabía que su futuro suegro tenía grandes planes corporativos para su persona. Pero ese jueves no pensaba en ello. Por el contrario, abducido por la oleada de euforia generada por el desempeño de Kairuz con la pelota, lo fue a saludar al vestuario. Y le extendió su tarjeta personal.
–Usted tiene un gran porvenir. Cuando ande por Jujuy, venga a verme –fue su despedida.
Blaquier no se equivocaba. Lo cierto es que aquel partido sería el boleto de Kairuz a la liga nacional.
Cinco meses y medio después, el teniente general Juan Carlos Onganía derrocó al presidente constitucional Arturo Illia. Una de sus primeras medidas fue clausurar por decreto todos los ingenios tucumanos. Y Ledesma pasó a ser de golpe –nunca mejor dicho ese vocablo– el monopolio nacional del azúcar.
Blaquier, ya unido en el santo sacramento del matrimonio con doña Nelly, ocupó un sillón en su directorio. Al cabo de dos años y medio, el suegro puso en sus manos el control absoluto de la empresa. A partir de ese instante se convirtió en uno de los magnates más poderosos del país.
Pero cuando sus obligaciones se lo permitían escudriñaba en los diarios las hazañas de su admirado jugador. La carrera de Kairuz seguía en ascenso.