La masacre de Villa Ramallo: robo, rehenes, muertes y un centenar de balas

La noche del 16 de septiembre de 1999, la habitual paz de Villa Ramallo, a 200 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, se vio interrumpida por un asalto al Banco Nación que devino en una toma de rehenes que, a su vez, terminó en la más sangrienta lluvia de balas de la historia policial argentina

Policiales 16 de octubre de 2021 télam télam
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El 6 de agosto de 1999, el ex juez federal de Campana, Osvaldo Lorenzo, tuvo la dicha de asumir como ministro de Justicia y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Era el hombre ideal para cubrir esa cartera en los 80 días que le faltaban al gobernador Eduardo Duhalde para cumplir su mandato. Contaba, además, con el beneplácito de la corporación policial, célebre por su naturaleza díscola. Duhalde pensaba que él podría pacificarla.

De manera que Lorenzo se abocó a esa tarea. Y en un cónclave con los máximos jefes de La Bonaerense, dio una muestra de sus sanas intenciones:

–Por dos meses, muchachos, hay que parar la mano con los asaltos a los bancos.

Los comisarios se comprometieron a cumplir con tal premisa.

Sentado junto a Lorenzo estaba su flamante segundo, el abogado Héctor Lufrano. Era un “sacapresos” muy respetado entre los uniformados, en virtud de los pingües negocios que solía propiciarles.Todo en aquel encuentro fue camaradería y comunión. Hay que resaltar que, a partir de entonces, los atracos en esa modalidad ingresaron en un compás de espera.

Exactamente al mes, algo pasó. Pero Lorenzo no sabía exactamente qué. La cuestión es que Duhalde lo había citado con urgencia. Y su voz por el teléfono poseía un dejo de irritación.Una hora después, recibió secamente al ministro.

–¿Qué significa esto? –le soltó, señalando con el dedo la tapa del diario La Nación.

El nombre de Lufrano aparecía con tipografía catástrofe. Su pecado no fue otro que haber sido defensor de algunos miembros de la “superbanda” del “Gordo” Valor. Algo inadmisible para Duhalde.Y su orden fue:

–A Lufrano no lo quiero ver más por acá, ¿entendido?

La eyección del efímero funcionario ofuscó a los altos dignatarios policiales. Así fue que el pacto con Lorenzo se hizo añicos.

A los pocos días, un grupo armado irrumpió en la sucursal Quílmes de la Banca Nazionale del Lavoro, llevándose un botín de 350 mil dólares. En la semana siguiente cayeron otras sucursales bancarias en Pacheco, Garín y Villa Caraza. Y el 16 de septiembre le llegó el turno a la sucursal del Banco Nación en Villa Ramallo, a 200 kilómetros de la Capital.

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