Vendeme lo que yo quiero, no lo que vos querés

Hoy, en exclusivo, desde la vida cotidiana, nuestro enviado especial, Adrián Stoppelman, se enfrenta a inescrupulosos vendedores que intentan vendernos gato por liebre. Léalo. No caiga otra vez en la trampa de llevar gato por liebre.

Espectáculos 10 de septiembre de 2021 télam télam
10.9

Nuestra vida como consumidores nos lleva a ser parte de una grieta insalvable: compradores versus vendedores.

Uno entiende que el vendedor quiere vender, pero si yo entro y te pido “¿Tenés una Rhodesia?” y vos me contestás “No, pero tengo Tita”, yo ya entro en un estado alterado que me dan ganas de darle de probar 3 containers de cada uno de los productos para que comprenda que no son lo mismo: una es una oblea rellena bañada en cholate y la otra es una galletita rellena bañada en chocolate. Una tiene nombre de ex país africano, la otra tiene nombre de tía o de letra griega o de cantante de tangos. Pasaría lo mismo si entrara a pedir Tita y me contestaran “No, pero tengo Rhodesia”. Es más: creo que esa fue la idea que dio origen a la película “Un día de furia” con Michael Douglas, pero después la cambiaron porque allá no venden ni Tita ni Rhodesia.

Otra cosa muy distinta es el caso de pedir una Coca y que te digan “¿Pepsi es lo mismo?” Vaya y pase. Se trata del mismo tipo de producto: una gaseosa cola de fórmula secreta con una leve variedad de gusto. Es una cuestión de marca, pero si… es casi lo mismo. Ahora ya si te ofrecen “jugo de té de macha licuado con gengibre, cilantro y sal del Himalaya” es que o entraste en el bar equivocado o estás en un barrio equivocado o te hacen falta anteojos.

Más disgustos de comprador: toda mi vida odié ir a comprar zapatillas. Porque no tienen mi número. Tengo el pie más grande que hipopótamo con sabañones. Entonces el diálogo inevitable es así: “¿Tenés zapatillas número 47?” Respuesta invariable: “No, pero tengo un 45 grande”. A ver… El 45 grande NO ME ENTRA. La matemática es perfecta: no existe que 1 +1 sea igual a 2 chico o a 2 grande. Es 2. Y 47 es 47 y 45 es 45. Ni hablar de comparar el 45 con el 55…

La situación siempre empeora: el vendedor va al depósito a ver si le queda un par “que podría andar”. Media hora después reaparece con unas zapatillas de tu talle, con un detalle: es magenta y naranja fosforescente, con luces intermitentes, gps y medidor de callos que cuesta 145 mil pesos. Y te dice: “Metele, porque es la última que me queda y sale mucho”. Bueno, si sale mucho, dejala que salga, y que no vuelva.

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